"Los "axiomas" desde los que nos movemos", de Dariel Ventura (psicólogo sanitario y artista)
Muy probablemente, el lector se identifique con Pepe, o con Juan, o con Loren… o con los tres. ¿En función de qué? En función de condiciones ambientales muy concretas (“momentos vitales”) que justifiquen tal identificación. Ciertamente, la visión que sostiene cada uno respecto de la vida, el “sentido” de las cosas y el “propósito” de su existencia pareciera discrepar, si bien, las tres guardan algo en común, algo que las estrecha: que son reglas verbales.
En función de un evento traumático que pone en riesgo su supervivencia, Pepe “decide” (con todo el peso del entrecomillado) interpretar que el propósito de la vida es hacer lo que nos plazca y esa “decisión”, (que no es otra cosa que una verbalización encubierta para consigo mismo; manifiesta para con sus amigos) es contingente a una sensación que Pepe describe como “autorrealización”, siendo, en esencia, una sensación de control (más o menos veraz) sobre su entorno circundante.
Juan da un paso más allá. No solo identifica al “amor” como el propósito de la vida, también se da explicaciones a sí mismo sobre por qué experimentó tanto malestar durante su adolescencia, descartándose todo el abanico de condiciones ambientales que bien pudieran haber interferido en su bienestar por aquel entonces y hallando en causas internas (la “represión” de su sexualidad) la rotunda y exclusiva explicación de su persistente bajo estado de ánimo. Para Juan, lo que siente en la actualidad con su pareja, las explicaciones sobre su añeja conducta depresiva, su piso y su estabilidad emocional es “hallar un propósito”, siendo, en esencia, un cambio de contexto y, presumiblemente, de las contingencias.
Es fácil identificarse con Loren, dado que todos hemos tenido eso que llamamos “levantarnos con el pie torcido” (si bien, él lo hizo literalmente). Si pudiéramos ser testigos del diálogo que tuvo Loren consigo mismo en el transcurso de ese día que describe, muy posiblemente, su discurso fuera: “y ahora esto… y ahora lo otro… y ahora lo de más allá… y para colmo…”, en otras palabras, la función de su conducta verbal es atestiguar, dar veracidad y confirmar que efectivamente “todo es una mierda” (conducta verbal, por cierto, que no discrimina que, por ejemplo, llevaba un paraguas, pudiendo haberse olvidado del mismo en casa). Para Loren, que “todo“ sea “una mierda” es una verbalización que también le brinda una sensación de control, en tanto que “sabe” a qué atenerse frente a eventos futuros presuntamente aversivos.
Afirmar que el sentido de mi existencia es hacer lo que me plazca, que el propósito de la vida es el amor o que todo es una mierda son reglas verbales que, como especie verborreica, nos caracteriza y, a la par, nos brinda control (falso, por cierto) frente a un entorno siempre cambiable (por esto es falso). Otra cosa es que esas reglas… sean ciertas.
Foto obtenida de: dialogo - Bing images
Bibliografía:
Skinner, B. F. (1994). Sobre el conductismo. Planeta De-Agostini, S.A.
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