"Las (no) fases del duelo", de Andrea Ramos Peco (psicóloga especialista en AF)

 ¿Cuántas veces has escuchado que el duelo tiene X fases y es necesario pasar por todas ellas para superarlo? 💭

Antes de entrar en faena, podríamos definir el duelo como un proceso de adaptación que implica la exposición progresiva a nuevas circunstancias personales y contextuales. Este famoso duelo lo hacemos en muchas etapas de nuestra vida: cuando fallece un ser querido, cuando lo dejamos con nuestra pareja, cuando perdemos una amistad, cuando hacemos una mudanza a un nuevo hogar, etc. El denominador común de todas estas situaciones es el proceso de adaptación, ya que se produce la pérdida de un vínculo significativo.

Aquí lo importante y a lo que tenemos que atender primeramente es a desmitificar que un duelo NO es un problema psicológico. Es un proceso que todos, en mayor o menor medida, viviremos. Ese sufrimiento por el que pasaremos o ya hemos pasado forma parte de la vida. No hay ni una sola persona en el mundo que no se haya tenido que someter a este proceso en algún momento de su vida.

El famoso modelo propuesto por Kübler-Ross indica que todas las personas en un proceso de duelo pasan por las siguientes fases: negación, ira, pacto o negociación, depresión y aceptación. Sin embargo, cuando estas fases se han intentado someter a experiencia empírica, se ha demostrado que son relativas y que cada persona elabora su proceso de duelo en diferentes tiempos. De hecho, aquí influyen muchos más factores contextuales que lo rodean Por ejemplo, no es esperable sentir la misma intensidad emocional si fallece un ser querido de forma traumática e inesperada, que si era un evento que pudiera ser, en cierta medida, más esperable; o, si lo hemos dejado con nuestra pareja, tampoco es lo mismo si llevamos 2 meses juntos que si llevamos 5 años; hay muchísimos factores más que influyen. En definitiva, no podemos encorsetar y reducir un proceso de duelo a tiempos y fases porque cada persona lo vive de una manera.

No obstante, sí sería importante recalcar ciertas conductas que pueden estar dificultando la elaboración de este proceso. Aquí, me gustaría poner algún ejemplo para que se entienda mejor. Imaginemos que, ante el recuerdo de un ser querido fallecido o de ciertos estímulos asociados a él (ej. sus objetos personales, los planes hechos juntos, etc.), se desencadena una respuesta de dolor emocional (tristeza, incluso enfado o nostalgia). Dado que esto nos resulta tan doloroso, tendemos a evitarlo; por ejemplo, evitamos enfrentarnos a ciertas situaciones como escuchar su canción favorita, ver fotos suyas, ir a tirar sus cenizas, hacer los planes que antes se hacían juntos, etc. Todo esto implicaría conectar con un malestar muy intenso que no siempre estamos preparados para asumir. Sin embargo, cuando evitamos hacer esto, sin darnos cuenta, estamos entorpeciendo la habituación que se daría al conectar con esas emociones, favoreciendo así la reducción de la intensidad emocional.

En conclusión, tienes todo el derecho del mundo a vivir tu proceso de duelo como necesites, no te fuerces a vivirlo y a pasar por las fases que dicen los manuales, porque tu dolor es tuyo y solo tuyo. Tampoco a hacerlo en un tiempo determinado. Cada persona vive su duelo como puede. Y, si en algún momento sientes que este proceso te está dificultando en tu día a día, pide ayuda profesional.



Bibliografía:

Kubler-Ross, E. (1969). On Death and Dying. Macmillan. New York.

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